El pasado lunes, 20 de diciembre, nuestra sede acogió la celebración de la conferencia
“1910, el año de la luz”, ofrecida por el historiador local Julio Mayo. La conmemoración del Centenario de la llegada de la luz eléctrica a nuestro pueblo levantó una inusitada expectación y nuestra sede de El Casino se abarrotó para asistir al acto conmemorativo celebrado con ocasión de una efemérides que, en 1910, tanto significó para la vida de un pueblo al que le cambió su vida económica, industrial, comercial, social y demográfica.
Julio, que en su exposición se apoyó en un interesante material fotográfico de ENDESA, comenzó contextualizando el hecho histórico en el ambiente social, económico y político que surgió. Nuestra localidad recibía entonces la denominación oficial de Villafranca y Los Palacios, y fue uno de los ocho primeros municipios sevillanos a los que la Compañía Sevillana les proporcionó fluido eléctrico.
El momento central de la conferencia se produjo cuando expuso la fotografía que retrata el transformador principal que Sevillana instaló en nuestro pueblo, aquel 1910. Ahí nos contó Mayo que el acto inaugural de la llegada de la electricidad se produjo la noche del 24 de julio de 1910, en la Plaza de España, con el encendido de las lámparas de 400 “bujías” que inicialmente se instalaron, así como con la proyección de una sesión de cine mudo, todo un escándalo para el vecindario que vivió con asombro aquella jornada de tan gran consecución tecnológica. Aquel primer transformador alimentaba varias lámparas del alumbrado público como también surtía de luz a las distintas lámparas que se establecieron en los edificios municipales de la Casa Consistorial y Administración de Arbitrios (Plaza de Abastos).
El alcalde Antonio Calvo, extendió un contrato con la Sevillana bajo la modalidad de “tanto alzado”, esto es que la Compañía percibiría una cantidad fija, según los watios instalados y bombillas puestas porque suministraba luz durante las mismas horas y su consumo diario era fijo. En efecto, según la documentación consultada, el Ayuntamiento retribuía mensualmente a la empresa eléctrica la no despreciable cantidad de 250 pesetas mensuales, una cifra bastante considerable para aquellos tiempos. Las calles padecieron ciertas alteraciones estéticas con la incorporación a su fisonomía paisajística de aparatosos cableados, pósters metálicos asidos la pared, otros de madera hincados en el suelo, palomillas de porcelanas, otras de cristal, etc., de ahí que el Ayuntamiento termine cobrándole a la empresa suministradora el popular impuesto de “póster y palomilla”.
Muchos particulares contrataron también los servicios de la Sevillana de electricidad para beneficiarse de las rentabilidades que proporcionaba la luz. El primer contrato privado fue el la Parroquia de Santa María la Blanca, suscrito el 18 de marzo de 1910 con bastantes meses de antelación a la inauguración oficial de la línea. A éste le seguirían los también articulados con la familia Murube, y especialmente el estampado por don Cipriano Murube para su atahona de pan. El pueblo le otorgó pronto a aquel molino de pan el nombre de “el del motor”, aunque la gente se quejaba de que su pan sabía a electricidad.
Hubo una mención especial para a la figura de su abuelo, Francisco Mayo, un hombre amante de la historia de nuestro pueblo que apuntaba diariamente curiosidades y detalles cotidianos. Él le inculcó desde niño al archivero de hoy que en 1910 había llegado la luz a nuestro pueblo, así como letras y tonás de coplas de murgas de su época. El conferenciante recitó una letra correspondiente a 1924 cuando el transformador principal fue retirado de la calle para resguardarse en la que, a partir de entonces, daría en llamarse “la casa de la luz”. Pero el colofón lo puso Julio cuando se atrevió, incluso, a entonarla.
Siendo acreedores a nuestro lema “regalamos cultura”, nuestra entidad ha cerrado un año brillante de actividades con este acto conmemorativo de especial significación para nuestro pueblo. Nos sentimos orgullosos.